El Oráculo responde a esta duda tan frecuente sobre protección solar
Se puede, pero no se debe. Por diferentes motivos, algunos de los cuales seguro que imaginas. Podrías pensar que lo realmente importante a la hora de escoger una crema de protección solar es, precisamente, eso: la protección que ofrece a tu piel frente al daño solar.
Y eso es así, por supuesto, pero hay más cosas. El tipo de piel y el estado en que esta se encuentra son decisivos a la hora de preferir una crema u otra. Por no hablar de los formatos y texturas o acabados, que son muchas veces los culpables o responsables de que uses el producto con la frecuencia necesaria.
Si una crema te parece incómoda de aplicar, te hace brillar como una bombilla, su efecto se diluye a los cinco minutos de baño o hace que la piel te pique, las posibilidades de que se quede dentro del cesto de playa son altas.
Por eso existe tal oferta en farmacias, supermercados y perfumerías. Para que cada persona encuentre el que se ajusta a sus gustos, necesidades y presupuesto.
Empezando por la idea de separar bien lo que te pones en la cara y en el cuerpo.
Decíamos que mejor no, y el no usar la de cara en el cuerpo, por ejemplo, es como de sentido común teniendo en cuenta que puede considerarse tirar el dinero.
Normalmente, las cremas de rostro son más caras porque su formulación es mucho más compleja en términos anti-edad, acabado mate o invisible y es una pena desperdiciarlas en las piernas o la espalda.
Por su parte, el rostro tiene unas necesidades que no tiene el cuerpo (y viceversa).
En el cuerpo, se agradece un aceite porque da gusto extenderlo, deja un acabado luminoso y demás, pero la cara no lo resiste, a menos que sea un aceite no comedogénico y de tacto seco.
El cuerpo también aprovecha muy bien todo lo waterproof y esas galénicas capaces de repeler la arena, ahuyentar las medusas o trabajar la celulitis mientras te bronceas.
La cara no quiere eso. La cara es sensible, se mancha, tiene picos sebáceos… y agradece un toque de belleza hasta cuando está en el agua –toque que no es incompatible con la protección segura frente al sol-.
Desde los Laboratorios Kosei aportan un interesante punto de vista. Mª José Tous, farmacéutica y fundadora de los mismos, explica: “Al ser la cara una de las zonas con más grasa del cuerpo y una de las más expuestas de nuestro organismo, se debe escoger muy bien el tipo de ingredientes con los que formular el fotoprotector facial”. Y añade: Las cremas solares para el rostro pueden presentarse en diferentes texturas. Son estas:
Las CREMAS suelen tener más viscosidad que los solares corporales y pueden incorporar sustancias que aligeren su textura, evitando su testigo sobre el rostro.
El GEL es menos graso que la crema pero también resiste menos al sudor y al agua, con lo que hay que repetir su aplicación más a menudo. Generalmente, por el tipo de formulación, sólo puede contener filtros químicos.
Los STICKS, POLVOS y otras texturas específicas, son de gran utilidad. Los sticks son muy eficaces a la hora de proteger zonas concretas como nariz, labios, etc, que necesitan una protección extra. Los polvos son ideales para retocar el maquillaje sin tener que eliminarlo.
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